miércoles, 22 de agosto de 2012
Amargo
Problemas edilicios, paros, malos programas, padres ausentes: todo incide en la educación de un país.
Pero nada influye más que las acciones propias. Tus hijos no seguirán tus consejos: seguirán tu ejemplo.
El ejemplo puede ser bueno o malo... y sin dudas todos hemos tenido de ambos. ¿Qué nos hace seguir uno u otro? La percepción de que sus consecuencias puedan ser placenteras o desagradables. Para algunos una conducta permitida socialmente puede ser displacentera (porque genera culpa) y para otros una conducta prohibida socialmente puede ser placentera (y ser ejecutada a escondidas). Pero en ambos casos el límite lo puso un ser exterior. En el caso de la culpa fueron las enseñanzas de nuestros padres, maestros, que forjaron nuestros principios. En el caso de la sociedad, es la presión social. Esa misma presión que, mostrando su mejor cara, hacía que en el pasado la gente le cediera el asiento del ómnibus a las embarazadas, niños y ancianos. La misma presión social que, con su peor cara, hacía que las mujeres no se divorciaran por miedo al "qué dirán".
De lo que no caben dudas es que la presión social es, posiblemente, el instrumento más efectivo para educar (para bien o para mal). En una sociedad en donde la limpieza fuese un valor supremo, el que no siguiese normas mínimas de higiene personal cambiaría. En una sociedad en donde hubiese que pelear para demostrar un valor socialmente apreciado, todos pelearían. Por eso digo: para bien o para mal, el instrumento de presión de la propia sociedad es efectivísimo.
¿Y en donde está puesta la presión social de nuestra sociedad hoy? ¿Hacia dónde permite caminar y qué caminos prohibe? Esa debería ser, tal vez, la primer pregunta que debería hacerse cualquiera que esté buscando soluciones para la educación.
Todos nos escondemos en el lugar seguro y confortable de la crítica generalizada... las protestas callejeras, los estados de facebook, los tweets, los graffitis en las paredes, en todos ellos las críticas se multiplican pero jamás encuentran responsables con nombre y apellido. Siempre los responsables son "los políticos", "los empleados públicos", "los padres", "los maestros", "los gremios", "las patronales", "los yankees", "los poderosos", etc. El responsable nunca es Marcela, mi compañera de oficina, ni Amilcar Castro, mi vecino, ni mi viejo, ni tu novia ni nadie que tenga nombre y apellido.
¿Porqué? Porque dar un nombre es "meterse en el quilombo". Y la gente no quiere meterse... quiere putear y protestar pero "de lejitos". Y quiere que los jueces "cobren al grito". Salgo a la calle a protestar sin aportar alternativas... digo 'No' sin pensar en las consecuencias para los otros, etc. No interesa el objetivo que se busca con las leyes o normas: solo interesa que no me jodan a mi, y que se cambien sin tener que exponerme demasiado. Porque exponerse mucho puede significar ser "buchón"... ser "guardabosques"... ser "amargo". El laburante que denuncia a un compañero que no está haciendo su laburo es un "buchón". El profesor que pensando en sus alumnos igual da clases a pesar de un paro sindical es un "carnero". El jefe que controla que hagas lo que tenés que hacer es un "guardabosques". Y el amigo que te aconseja que no violes una norma -sea cual sea- es "un amargo".
Y por supuesto que en un país en crecimiento y cada día con más libertades, "amargo" es la peor etiqueta que te pueden pegar.
Todos de fiesta, pidiendo cambios "al grito" pero cuidando seguir pareciendo divertidos para no quedar excluídos de nada.
Si el que denuncia es considerado socialmente un "amargo", nuestros hijos van a crecer pensando que denunciar está mal. Y si el que piensa en el usuario es un "carnero", nuestros hijos van a crecer pensando que cumplir con tu trabajo está mal.
La presión social contra los "amargos que denuncian" garantiza un pasaje seguro al delincuente para que siga delinquiendo, al corrupto para que siga robando, al mal trabajador para que siga descansándose en sus compañeros...
Así, pues, parece que está bien criticar y decir "este país se va por el caño" en un estado de facebook, pero es algo terrible "buchonear" a alguien con nombre y apellido en tu casa, laburo, barrio, etc. Está mal decirle al mundo que alguien con nombre y
apellido está afanando. Está mal denunciar que en la esquina hay una boca de pasta base. Está mal denunciar que tal empleado no vino a laburar pero le marcaron la tarjeta. Está mal denunciar que el vecino le pega a su mujer... y si todo esto no está mal, sepan que nuestros actos no lo están reflejando. En el díario vivir de esta sociedad esos temás "no son de tu incumbencia". Es la llamada cultura del "no te metás".
Y así pretendemos que nuestros hijos mejoren el desastre que les dejamos... con estos ejemplos.
Seguro muchos van a estar de acuerdo con todo esto que digo... y se van a sentir identificados en algunas palabras. Y a los 15 minutos estarán diciéndole "denunciame si te animás" a alguien que correctamente les señala una falta.
Como Cacho, que trabaja en una empresa modelo y le dan todos los beneficios imaginables.
La empresa mandó un comunicado pidiendo que no miren TV por internet en horario de trabajo: que en cambio miren TV en el comedor en un gran televisor con cable que se instaló especialmente para ellos. Al día siguiente todo sigue igual... y cuando Cacho les recordó el comunicado a sus compañeros, la respuesta fue "Denunciame". Y Cacho no lo hizo... para no ser un "amargo" y porque sabe que su superior tampoco
querrá serlo. Y lo mismo pasa en todos los laburos, en todos las escuelas y liceos, en todos los vecindarios. No denuncies nada malo... no te metas. Gritá todo lo que quieras en el "face" para que otro lo haga, protestá para que "los políticos" lo hagan... pero vos no hagas nada... si no querés ser un "amargo". Ese es el mensaje de nuestros actos.
Tal vez la presión social esté presionando en el lado equivocado.
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